miércoles, 17 de julio de 2013

El habla, el discurrir, el decir y la palabra


a) El habla. En este contexto, hablar significa en primer término el proceso mediante el cual los órganos del habla producen las palabras audibles. El hombre aprende a hablar en la infancia. El hablar puede resultarle difícil, por ejemplo, durante una enfermedad o en un estado de extremo agotamiento. Hay quien habla en voz alta y perceptible y otro que habla en voz tan baja que apenas se le puede entender. También es posible trabarse en una palabra cuando uno no logra la pronunciación correcta o se entromete otra palabra perturbadora. La palabra hablar se refiere por lo tanto en primer lugar al proceso como tal, sin tener en cuenta el contenido de lo hablado. Se dice que alguien que pronuncia un discurso sigue hablando, cuando se quiere expresar el hecho de que no ha llegado al fin de su discurso. Así se lee en
un escrito de Varnhagen: "Habló mucho, sin decir mucho", lo que ilustra nuevamente cómo el hecho del discurrir se diferencia de su cumplimiento intrínseco, pero la palabra hablar también puede referirse al contenido. Se habla de algo o sobre algo. Hablando se puede expresar
algo que antes se había callado. Se puede hablar entre varios sobre una cuestión. Alguien está disponible para hablar con otro cuando se ocupa de su cuidado y en ciertos casos, por ejemplo como médico, puede establecer determinadas horas de consulta para hablar con sus pacientes. También se dice que alguien habla bien o mal de otras personas. Y así el hablar es una actividad mediante la cual uno se dirige a otro hablando, y de ello surge y se desarrolla luego la conversación como proceso del hablar los hombres entre sí. Al dar alguien "su palabra “surge de modo acentuado la promesa de algo que uno está obligado a cumplir en determinado momento.
En este contexto se ve colocada finalmente la amplia noción de lenguaje.
-Las formas simples del habla. A fin de no pasar por encima de las formas más simples del habla, mediante las cuales los hombres se sirven del lenguaje en su vida cotidiana, tal vez sea ventajoso tratar de observar cuidadosamente todo lo que un hombre habla en el curso de un día. En general no se trata siquiera de oraciones completas, como lo piden los gramáticos, y menos de configuraciones mayores y coherentes, sino más bien de aislados fragmentos de frases y palabras, que les sirven a los hombres para entenderse mutuamente en la convivencia y la colaboración. Los gramáticos encuentran para ello la
siguiente explicación: lo que se sobrentiende en una situación dada, no requiere ser especialmente dicho. Si, por ejemplo, en la ventanilla de una estación ferroviaria, pido "Stuttgart, dos de segunda", no tengo por qué añadir que se trata de dos pasajes de segunda clase que quiero comprar. Así la palabra "¡agua!" puede significar varias cosas según la situación dada, ya sea que quiero beber algo, ya sea que estoy diagnosticando un líquido hasta ahora desconocido o bien que durante una perforación he
llegado a una capa de agua, etc. Y así ocurre siempre según los casos correspondientes. La palabra rellena en cada caso los lugares abiertos que no quedan indicados por la situación misma. Únicamente por razones de cortesía se reemplaza en muchas ocasiones esta forma simple por otra más rica.
Al respecto hay que distinguir también entre las diversas formas simplísimas de la comunicación idiomática. Así ya desde el punto de vista gramatical percibimos la separación entre pregunta, orden y declaración. La multiplicidad de las formas reales, empero, es mucho más vasta y excede lo que llega a expresarse en la gramática. La forma más nítida que se destaca es la de la pregunta. Pero ni siquiera ésta es forzosamente reconocible debido a su formación gramatical. Puede expresarse perfectamente en el simple tono de la voz, puede sentirse hasta en una simple vacilación, puede estar contenida en el contexto de una conversación sin que se la enuncie o se la exprese del todo.
Por otra parte, una pregunta puede cobrar una forma cortés ("sería usted tan amable..."), lo que en realidad implica un deseo o un ruego. En este sentido podría desarrollarse una vez más toda la escala de derivaciones desde la orden tajante, pasando por el deseo y el tácito ruego, hasta la proposición que a nada compromete. Lo más difícil es hallar lo que idiomática-mente parecería ser lo más simple: la sencilla declaración (indicativa). Ésta parece no existir del todo en forma independiente. Tal vez se la encuentre en su forma más pura sólo como respuesta a una pregunta. Pero en este caso su condición como tal obedece ya a un nexo más complejo.

b) El discurrir. Hacia un contexto diferente conduce la palabra discurrir. A este respecto tal vez resulte útil señalar que el discurrir, derivado del sustantivo discurso, procede en primer lugar del ámbito jurídico-político. El discurso es en sus comienzos la cuenta que uno rinde ante un tribunal. Se discurre para dar cuenta de algo y también para pedir cuentas a alguien. Aun cuando la palabra se aplica hoy en un sentido más general, en muchos de sus giros resuena todavía su procedencia jurídica.
De acuerdo con esta procedencia, el discurso viene a ser algo así como una exposición idiomática coherente en general sin que envuelva ahora el sentido de una responsabilidad. Uno pronuncia un discurso, siendo el orador el que discurre. Lo que capacita para ello es la locuacidad.
En ocasiones puede desarrollarse una asombrosa avalancha o corriente discursiva. Pero también se puede discurrir acerca de algo que no merece el discurso. A menudo apenas puede discriminarse entre hablar y discurrir. Se habla o se discurre acerca de algo. Uno también admite el discurso del otro cuando no se empecina en su propio punto de vista. Pero también se dice: a éste le resulta fácil hablar, cuando se trata de discurrir sobre un asunto que no le toca directamente. Así surge el mero hablar o discurrir, el discurso vacuo, sin contenido, y se desarrolla, por consiguiente, en un sentido peyorativo, el palabrerío irresponsable, la habladuría, el chisme (como asimismo el rumor). Aun cuando se considere al lenguaje en un sentido general como una capacidad de hablar, el discurso no deja de ser, con todo, expresión de un contexto determinado, pronunciado aquí y ahora. Así existe por cierto una aptitud para hablar, pero un talento para discurrir.
Existe un lenguaje afectado, pero un discurso alimentado por el arte y la tendencia al efecto.
 Existen determinados giros discursivos, estilos de discurso, etc, que constituyen siempre formas del discurso hablado. De tal modo, si bien es posible hablar entre dos o varios, discurrir se puede únicamente en forma individual y en presencia de oyentes. Sin duda no es necesario que nos ocupemos aquí de diferencias más sutiles, aun cuando los deslindes en el uso idiomático difieren mucho localmente, según las comarcas.

c) El decir. Cosa diferente es el decir. Mientras que el discurrir y el hablar pueden emplearse en un sentido absoluto, esto es, para indicar simplemente una actividad sin prestar atención al contenido de lo que se discurre o se habla, el decir requiere siempre la indicación de un contenido. Siempre se dice algo que, por lo general, se añade mediante una oración que comienza con que,
o bien mediante sentencias indirectas. Cuando en una página de Rilke leemos: "Díle (al ángel) las cosas”, donde aplica un acusativo directo, esto implica un viraje acentuadamente duro respecto al uso común del lenguaje y sólo es admisible dentro del lenguaje poético. Tener algo que decir significa luego tener una opinión pertinente sobre el asunto respectivo. Cuando ya no se tiene nada que decir significa que uno ha llegado al término de su exposición, que ha agotado sus argumentos. Por otra parte, mientras se habla con alguien, lo que se dice se dirige a ese alguien. Esto implica una más fuerte direccionalidad unilateral hacia el otro. Con ello se da un paso fuera de la reciprocidad de la conversación. Lo dicho viene a ser más que una mera comunicación y casi está a punto de transformarse en una orden. En este caso, tener algo que decirle a alguien equivale a tener que ordenarle algo, y el otro admite entonces que se le diga de esta manera, vale decir que acepta las directivas. A la inversa también se oye: éste nada tiene que decirme, no tengo por qué aceptar órdenes de él.
Lo dicho designa siempre una determinada objetivación de hechos; se habla de la "cosa dicha", y ésta denota siempre cierto carácter objetivador y pretende hasta cierto punto ser tomada como cosa definitiva. Si bien es posible discurrir y hablar durante largas horas y hablar también en torno a algo, eludiendo, con muchas palabras, una decisión clara, sólo se puede decir algo de un modo directo, y cuando está dicho, asunto concluido.
Así se dice algo que implica una promesa o una negativa, etc.; lo cual tiene siempre algo que compromete y que no poseen los otros vocablos del cotejo que hemos propuesto. “Ya te lo dije una vez" es una frase que involucra una recriminación, pues significa: no has querido escucharme, no lo has tomado en cuenta.
Así existe lo decible y lo indecible, pero ningún opuesto correspondiente en el caso de los verbos hablar y discurrir. Existe por cierto también lo impronunciable cuando se habla, pero esto tiene otro sentido: es impronunciable lo que bien podría decirse, pero no se debe pronunciar; indecible en cambio es aquello que se sustrae a la posibilidad de la expresión idiomática. En tal sentido debe entenderse la máxima Individuum est inefabile: el individuo no es expresable en absoluto con medios idiomáticos.
Aquí hemos de mencionar como sustantivo también la saga,* que primitivamente significaba lo dicho en general, lo que se decía, aunque luego fue estrechándose este significado en el sentido de una información no garantizada, a diferencia del hecho histórico.



d) La palabra. En otra dirección nos encamina la palabra.
Resulta significativo que en este caso se trata de un sustantivo, con el cual no se coordina ningún verbo.3 Ello señala que el hablar y el decir son actividades capaces de continuar al infinito, pero que en la palabra, en cambio, ya se nos presenta siempre un determinado resultado.
He aquí la palabra definida, expresa. Es notable que la palabra "palabra" tenga —sin duda en diversos idiomas—un singular doble significado. Representa en primer lugar la palabra individual tal como queda registrada en los diccionarios: la última y más simple partícula de la lengua (que en su forma escrita se diferencia de otras palabras aun exteriormente y marcando distancias). La palabra es así la más pequeña unidad semántica, indivisible, dentro del contexto significante de la oración.
(Cuando se sigue desintegrando la palabra en sílabas y letras ya se sale del contexto significante del lenguaje y se pasa a partes integrantes que en sí mismas carecen de sentido.)
Pero la palabra tiene otra significación más (y sin duda más primitiva). Es la palabra dicha, el dictum, la palabra pronunciada en determinada ocasión, que en tal caso se compone de varias e incluso muchas palabras. Así en un debate uno pide la palabra cuando piensa que tiene algo que decir en lo que respecta a alguna cuestión discutida, y se le concede la palabra. Si alguien tiene la palabra, eso quiere decir que tiene el derecho de hablar en ese momento. Al designar como palabra lo que se ha dicho en determinada ocasión se quiere decir que no se trata de una vacua charla, sino que en tal palabra se ha condensado el sentido del discurso en una configuración destacable que, una vez pronunciada, permanece, que es transmisible en su forma dada y vale como pauta en un futuro. En este sentido la palabra que se le da a otra persona es la palabra de honor. Pero también se entiende así la palabra poética, la palabra aforística, etc. Así, se habla de la "palabra de Dios", de la que Lutero exige: "La palabra que ellos deben dejar intacta".4 Se ha intentado establecer una discriminación entre estos dos significados de la palabra "palabra", aplicando al primero de ellos la definición de vocablo o voz, y al segundo la de palabra en un sentido más alto. Pero esto implica una regulación bastante artificial, y el uso lingüístico natural continúa siendo vacilante. Ello parecería indicar que las dos acepciones son en verdad difícilmente separables y que más bien se asocian de modo estrecho. En todo caso, la palabra es lenguaje condensado, configurado, y elevado de este modo por encima de la corriente del tiempo. Tiene así el carácter de lo que queda establecido de una vez por todas. La palabra es algo firme. De ahí que también pueda decirse: "De una palabra no puede quitarse ni jota".
La palabra es siempre aquello a lo que le han conferido la palabra. Y muchas cosas en el dominio humano no obtienen la palabra, esto es, quedan en lo indeciso. La palabra es siempre lo que mediante una configuración determinada se destaca por sobre la corriente de la vida. Es lo una vez dicho y que ya no admite retractación. Sin embargo, esta firmeza alberga simultáneamente un peligro, pues debido a ella la palabra puede apartarse relativamente del sentido de lo dicho. Se puede recurrir a numerosas palabras, también a palabras vacías. Toda la generación del lenguaje tiene su origen en esta característica de la palabra.
Y viceversa, tomar algo al pie de la letra puede significar sin duda: adherirse a la forma externa de la palabra y errar así la comprensión del sentido a que se aspira. Las hazañas de algunos humoristas, juglares de la palabra, se basan en gran medida en la incitación a tomar literalmente lo que se dice, de un modo que desfigura el sentido. De esta inseguridad surge la necesaria tarea, relacionada con la esencia misma del lenguaje, de interpretar correctamente lo que se dice. Con el lenguaje se da simultáneamente el problema de la interpretación, cuya importancia va en aumento en la medida en que lo que se dice llega a objetivarse en forma escrita.

De la palabra deriva finalmente la palabra que responde. Responder significa en primer lugar levantar la voz frente a lo que dice el otro y es asimismo un vocablo que ha surgido en el ámbito jurídico. El acusado debe responder al acusador. Así se desarrolla ya tempranamente el significado generalizado de responder o contestar, mientras que el significado original de la palabra se ha conservado en la voz responsabilidad, ante todo en el giro verbal: hacerse responsable, o sea justificarse ante alguien.

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